lunes, 15 de febrero de 2010

XVI.

"Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal? "

Sor Juana Inés de la Cruz ( 1651-1695)
"Redondillas"

domingo, 7 de febrero de 2010

XV.

"Las lágrimas son un río que nos lleva a alguna parte. El llanto crea un río alrededor de la barca que transporta nuestra vida espiritual. Las lágrimas levantan la embarcación por encima de las rocas, por encima del terreno seco, y la transportan río abajo a un lugar nuevo y mejor.
Existen oceános de lágrimas que las mujeres jamás han llorado, pues les han enseñado a llevarse a la tumba los secretos de su madre y de su padre, de los hombres y la sociedad y los suyos propios. El llanto de una mujer siempre se ha considerado muy peligroso por que abre las cerraduras y los pestillos de los secretos que lleva adentro. Pero en realidad, por el bien del alma salvaje de la mujer, es mejor llorar. Para las mujeres las lágrimas son el comienzo de la iniciación en el Clan de la Cicatriz, esa tribu eterna de mujeres de todos los colores, naciones y lenguas que a lo largo de los siglos, han sobrevivido a algo muy grande, lo hicieron con orgullo y lo siguen haciendo."

Clarissa Pinkola Estés.
"Mujeres que corren con los lobos"

martes, 2 de febrero de 2010

XIV.

"Historias de éstas se contaban muchas, especialmente en casas de ciertas madamas genovesas que daban reuniones para hombres acomodados ( las frecuentaba también yo cuando estaba soltero), y así a estas cinco señoras les entraron ganas de visitar al Barón. De hecho, se habla de una encina que aún se llama la Encina de las Cinco Gorrionas, y los viejos sabemos que quiere decir eso. quien lo contó fué un tal Gè, comerciante en uvas pasas, hombrea al que se le puede dar crédito. Era un hermoso día de sol , y este Gè andaba de caza por el bosque; llega a aquella encina y ¿qué es lo que ve? Se las había llevado a las cinco a las ramas, Cósimo, una aquí y otra allí, y disfrutaban de la tibieza, completamente desnudas, con las sombrillas abiertas para que no las quemara el sol y el Barón estaba allí en el medio, leyendo versos latinos, que no logró entender si era de Ovidio o de Lucrecio."

Italo Calvino ( 1923-1985)
"El barón rampante"