martes, 19 de enero de 2010

XIII.

"Conforme la niña iba creciendo en edad, estatura y belleza, en la misma proporción se desarrollaba en su espíritu un caracter volcánico; sus ojos verdes y rasgados se poblaron de pestañas negras, largas y arqueadas pero también de una malicia inteligente, sarcástica que inspiraba la misma fascinación, el mismo miedo que infunde en sus víctimas la mirada de la serpiente. En las almas supersticiosas despertaba terrores y negros augurios. En los espíritus religiosos, satánicos temores, porque se sabía, la inteligencia en una mujer bella era un índice indudable de la influencia del demonio.

Federico Andahazi
"El Anatomista"

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